Monday, December 06, 2010

Human rights approach long overdue on immigration|Ya es hora para los derechos humanos en la inmigración

English version follows:

No Human being is illegal
Time to ask tough questions on immigration



Ningún Ser Humano es Ilegal
La criminalización de la i
nmigración


Por Myrna Martínez Nateras
mnateras@afsc.org

FRESNO, California -- "Si yo hubiera tenido la opción de no emigrar hubiese preferido quedarme en mi pueblo, al lado de mis padres", dijo Rosa, una campesina originaria del sur de México y residente del área de Fresno, en California. "Igual que muchos otros jóvenes de mi pueblo, ni bien estamos en edad salimos en busca de trabajo; primero a los estados del norte de México y después, algunos de nosotras, seguimos a los campos de California".

Este es uno de los tantos testimonios que escucho permanentemente de inmigrantes residentes del Valle [Central de California] como parte de mis responsabilidades al frente de los programas de Migración y Movilidad Humana del Comité de Servicios de los Amigos Americanos (AFSC) en esta zona.

Y nos dicen que migrar no es una elección, es una necesidad.

Migrar para trabajar, sea dentro o fuera de los límites de un país, es parte de una situación socioeconómica que prevalece desde hace siglos y que provee mano de obra barata, algo imprescindible para el desarrollo económico de ciertas áreas. Este fenómeno es común en muchos paises y ha sido ampliamente estudiado.

En el Valle Central de California la industria agrícola ha dependido, desde sus inicios, de mano de obra barata ­de inmigrantes legales o no. La legislación referente al empleo de esta mano de obra ha sido determinada por intereses políticos y económicos.

No hay que olvidar que en este país, precisamente, el gran desarrollo económico fue impulsado por inmigrantes chinos, irlandeses, armenios, filipinos, italianos, mexicanos y muchos más, que contribuyeron también a la formación de ciudades, fortunas individuales y lujos del cual no disponen.

Es decir: si se quiere buscar soluciones al tema de la inmigración, no podemos limitarnos solamente a cuestiones legislativas.

A los trabajadores inmigrantes siempre se les adjudicaron etiquetas despreciativas. Hasta los años 80 del siglo pasado se les llamaba "wetbacks". Hoy predomina el término "ilegales".

Si catalogamos a los trabajadores de ilegales ¿por qué entonces no se utiliza el termino "empleadores ilegales" para quienes los contratan? Esta es una prueba obvia de la discriminación anti-inmigrante.

La insistencia en usar el termino "ilegal" bajo la justificación de "llamar las cosas por su nombre" o "porque entraron ilegalmente al país" no ha logrado más que deshumanizar a los inmigrantes, poniéndolos en categoría de criminales y violadores intencionales de la ley.

El uso constante de la palabra "ilegal" por parte de algunos medios de comunicación, instituciones que abogan por una inmigración limitada y políticos que responden a los sectores más conservadores, al referirse a los inmigrantes sin papeles, no ha logrado más que reforzar la percepción negativa de éstos, agudizar el sentimiento anti-inmigrante, aumentar las tensiones sociales y dividir comunidades que parecen cada día más lejos de llegar a un acuerdo.

Esta polarización política ha paralizado la reparación legislativa de la migración, prolongando aún más sus problemas. Poner a los trabajadores inmigrantes y sus familias en la categoría de ilegales solamente ha contribuido a la justificación de la violación y negación de sus derechos humanos y laborales más básicos, como salud o educación. En resumen, es una justificación para su marginación social y cultural.

Bajo la excusa de esta "ilegalidad" observamos una complacencia social que justifica la creación de leyes y sistemas de aplicación de las mismas con consecuencias devastadores no solamente para las familias de los inmigrantes sino para comunidades enteras.

Y digamos, además, que enfocarse en este aspecto ayuda a distraer la atención de las razones de la migración (la economía que necesita de esta mano de obra) y mantiene comportamientos discriminatorios y racistas contra estos trabajadores.

Repetidamente se menciona que estos trabajadores son quienes cosechan las frutas y verduras que llegan a nuestras mesas, limpian nuestras casas y cuidan a nuestros niños. Estos inmigrantes son esto y mucho más: son seres humanos que aspiran a tener una voz política, personas que están enriqueciendo la cultura de nuestras comunidades, que se educan ­muchos hablan dos o tres idiomas­ conocen su oficio y tienen una sólida ética laboral.

Las únicas variables en el debate sobre la migración son: la leyes, el sentimiento vigente en la opinión publica y el discurso político. Y las constantes son: las condiciones y demandas económicas que atraen esa mano de obra inmigrante.

Históricamente, la inmigración a Estados Unidos se ha regido por leyes; éstas a su vez han cambiado de acuerdo con las reglas económicas del momento y los intereses temporales. Un ejemplo es el llamado Programa Bracero (1946-1964): se lo aprobó rápidamente para traer trabajadores mexicanos cuando se los necesitaba desesperadamente, en la posguerra, y cuando se terminó esa demanda, se canceló el programa.

Los legisladores conocen el funcionamiento y los intereses del sistema del que son parte. Negar una reforma migratoria significa reconocer no solo el nivel de contradicciones e intereses encontrados en el poder, sino también la incapacidad de superarlos: queremos el trabajo de los inmigrantes pero no queremos que se queden aquí ni que se reproduzcan y mucho menos que tengan poder politico y sindical. No queremos que sean "legales" porque entonces ya no trabajarán en los empleos más sucios y peor pagados.

Pero la situación actual es insostenible. El fenómeno de la migración requiere urgentemente buscar soluciones más permanentes que no se darán solamente con cambios legales y vaivenes políticos. Es tiempo ya de abordar este fenómeno desde un lente económico y de derechos humanos.

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No Human being is illegal

Time to ask tough questions on immigration


By Myrna Martínez Nateras
mnateras@afsc.org

FRESNO, CA-- "Had I been given a choice I would not have migrated to the United States," Rosa, a farm worker who hails from southern Mexico said to me, "As soon as I was able to do so I left in search of work; first in Mexico¹s northern states, then I continued north, following the crops, to toil in the California's fields."

Rosa's story is painfully repeated to me time and time again by immigrants who, like her now call the Valley home.

From its beginnings the Central Valley's agricultural industry has relied on easily exploitable labor, documented or not. Also from its beginnings these workers have been demonized in language designed to hide their enormous value to the industry and to our communities. What's happening today is no different ­ despite the growing demand for immigrants¹ services.

There¹s no clearer example of dehumanizing immigrants than the mainstreaming of the term illegal to describe workers like Rosa.

Immigrants tell me all the time that they do not leave their countries by choice, that they were forced to migrate, even if it meant circumventing current immigration laws. The human instinct to survive and economic factors are more powerful than immigration laws.

But in the day and age of instant news, we prefer catch words that simplify complex social issues, even if this means negating the perspective of those most impacted by our policies.

Under the pretext of the illegality of our friends and neighbors, laws and policies that persecute workers, separate families and devastate entire communities are implemented by government officials and applauded by a growing sector of our society.

The name-calling has all but delayed legislative action on immigration, prolonging the multiple concerns surrounding the debate and has led us down the path of a near irreconcilable polarization. But the cost has been even larger for immigrant workers and their families; they have been subjected to the point of dehumanization where their basic human rights are negated under the guise of their illegal status.

At best immigrant workers in our country are acknowledged for their back-breaking work. It's repeatedly mentioned that immigrants pick the fruits and vegetables we eat, clean our homes and take care of our children.

Immigrants are more than the work they do: they are human beings, they also struggle to have a political voice, they enrich the culture of our communities, they worry about their children's future, they excel in education‹many speak two or three languages--, they have a solid moral and work ethic.

It's absolutely true, immigration is regulated by laws, but laws have changed in order to respond to the economic rules of the moment. Just one example is the Bracero Program (1946-1964): it was fast-tracked when Mexican laborers were desperately needed and cancelled as soon as the demand for workers had declined.

Laws are not meant to last forever, they change in response to immediate needs. Law makers understand their role in ensuring that our society is not bogged down by obsolete and unjust laws. But lawmakers are standing in the way overhauling our immigration policies and that clearly points to the entrenched contradictions in our political system and our unwillingness to overcome them. We want immigrant labor but we don't want them here, we don't want their children and most certainly we don't want them to obtain political power. We want to keep them illegal, because by doing so we will keep them in the same low paying and unbearable jobs. We want immigrants to remain the perpetual them.

Our current situation is unsustainable. The immigration issue requires us to jointly find permanent and sustainable solutions that do not only respond to the shifting political winds and are not stuck on labels.

I often get asked what part of illegal I don't understand, answering the question will almost always mean ending up in a circular debate.

The question we should be asking is when will we start to understand each other. Let's start by upholding the worth and dignity of all people. The time to approach the immigration issue from a human rights framework is long over due.

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